Si las cosas ya iban descaminadas por sí solas en Chicago, esta ha sido la guinda que colma el pastel, pastel (cuyo sabor les aseguro que esta temporada no es dulce) al que llamaremos Chicago Bulls. Cualquier aficionado podía observar los pronósticos de los siempre interesantes expertos NBA en cualquier publicación sobre baloncesto a comienzos de esta temporada, allá por Octubre-Noviembre. Estos nos aventuraban que el equipo rojillo estaría aún con la cabeza elevada cuando, madrugada tras madrugada, nos acercásemos a las tan (o no tanto después de lo del año pasado) esperadas Finales, e incluso algunos ya situaban a Scott Skiles luciendo anillo tras su victoria. Pero nadie regala nada, y a día de hoy, esta franquicia mítica de la que se esperaba tanto esta temporada reside entre los últimos puestos de la conferencia Este y Scott Skiles descansa tranquilamente en su sofá con los pies sobre la mesa, comiendo ganchitos mientras ve como su sustituto Jim Boylan no es capaz de salvar lo que, a estas alturas y tal como esta el patio, es poco salvable.
Pero no nos andemos por las ramas. El suceso que da sentido a estas líneas es la trifulca a la que titularemos: Joakim Noah contra el mundo. Creo que todos estamos de acuerdo en que las mayores armas de un rookie son su talento y su ilusión por hacerse un hueco en la liga de las estrellas. Hasta ahí bien. Entonces, ¿Qué se puede opinar sobre un novato que asegura que dejará el baloncesto en cuánto se aburra y que la NBA no es para tanto? Eso es empezar con buen pie.
El "erase una vez" de la historia que voy a narrarles se sitúa sobre el 13 de Enero, cuando Noah recriminó airadamente al entrenador asistente ciertas decisiones. Por ello fue apartado de la plantilla durante dos partidos. De acuerdo, buena decisión. El problema debía haber sido cerrado ahí sino hubiera sido por la chulería del novato y la falta de cabeza de algunos miembros de la plantilla, en especial el gran "Big Ben".
Pero no nos andemos por las ramas. El suceso que da sentido a estas líneas es la trifulca a la que titularemos: Joakim Noah contra el mundo. Creo que todos estamos de acuerdo en que las mayores armas de un rookie son su talento y su ilusión por hacerse un hueco en la liga de las estrellas. Hasta ahí bien. Entonces, ¿Qué se puede opinar sobre un novato que asegura que dejará el baloncesto en cuánto se aburra y que la NBA no es para tanto? Eso es empezar con buen pie.
El "erase una vez" de la historia que voy a narrarles se sitúa sobre el 13 de Enero, cuando Noah recriminó airadamente al entrenador asistente ciertas decisiones. Por ello fue apartado de la plantilla durante dos partidos. De acuerdo, buena decisión. El problema debía haber sido cerrado ahí sino hubiera sido por la chulería del novato y la falta de cabeza de algunos miembros de la plantilla, en especial el gran "Big Ben".
Tras algún que otro intercambio de palabras en los días posteriores que caldeó el ambiente del vestuario, la bomba explotó cuando, tras la abultada derrota frente a Orlando (88-102), el aspirante a actor secundario Bob le exigió a Ben mayor intensidad en su juego, ya que aseguraba que había mostrado indiferencia ante el mal juego del equipo y que le faltaba pasión y esfuerzo en la cancha. Por supuesto, la reacción de Wallace fue inmediata, que se lanzó sobre Noah con digamos "no buenas intenciones". Luol Deng tuvo que intervenir, consiguiendo separar a las fieras y suavizando la situación. Después vinieron las predecibles ruedas de prensas, preguntas constantes por parte de los periodistas y el ir y venir de comentarios por los medios de comunicación estadounidenses. A su favor, he de decir que ambos han sabido mantenerse al márgen y no involucrarse en una batalla que no deben luchar. Nubes grises sobre Chicago, con una plantilla que aspira(-ba?) a todo.
